EDITOR: MIGUEL GRINBERG


ENTREVISTA (click acá)

22 de febrero de 2011

Video sensible y genial, poco tiene que ver con el protector solar





Te recomiendo escuchar el audio,
ponete los auriculares!









TARDE O TEMPRANO

Miercoles de 14 a 16 hs. - FM La Tribu 88.7

Ecología-Hendrix-Mariano Moreno-Frank Zappa -Cine en la dictadura-Dadaismo-Surrealismo
Sexo-Hinduismo-LSD-Pappo-Li Po-Rosas-Cortazar-Cuchi Leguizamon-Tanguito-Historia de los tragos-Pavese -Ungaretti-Poesia Beatnic -Caudillos -Vallejo -Morrison-Esoterismo Kábala -Profecias mayas.......y mucho mas .

Conducen desde el inframundo
:

Pipo Lernoud
Ezequiel Abalos
Eduardo Nocera
Osvaldo Vigna


escuchalo por internet






 Dice la leyenda que casi 44 años atrás en Buenos Aires se congregaron los primeros hippies porteños por iniciativa del joven poeta Pipo Lernoud, quien decidió convocar a 200 extraños de pelo largo en plaza San Martín el 21 de septiembre de 1967. No se llamaban hippies sino náufragos. El trovador Tanguito estuvo presente aquel día, fue apodado el "rey de los hippies" y esa misma semana actuó en televisión en el programa de Antonio Carrizo "Sábados Continuados".
 
 

21 de febrero de 2011

15 de febrero de 2011

VERANO 2011


click en la foto para ampliarla


Miguel - Ricardo Iorio - Hoby De Fino - Maxi Trusso

(Vado de Nono - Traslasierra)


4 de diciembre 2010 / Rumbo a Ojo de Agua

Fundación Espiritual de la Argentina


8 de febrero de 2011

BOCON Y EL ROCK AND ROLL






espectaculos

Miércoles, 16 de febrero de 2011

MUSICA › BOCON FRASCINO, EL GUITARRISTA QUE NO QUERIA TOCAR MAS EL BAJO

“Estamos conservando la especie rock”

En 1968 Pappo lo llamó para tocar el bajo en Engranaje. Volvió a ser convocado como bajista en Pescado Rabioso. Pero él dice que siempre fue guitarrista. Ahora con su CD Darwin se sacó las ganas.

Por Cristian Vitale

“Yo soy rockero y hago rock and roll.” Bocón Frascino se planta acá y no se mueve. Ya lo era cuando el rock argentino ocurría como expresión marginal. En 1968, cuando Pappo, a medio camino entre los Abuelos de la Nada y Los Gatos, lo convocó para tocar el bajo en Engranaje (ambos, más Tito Milanesa y Horacio “Droopy” Gianello) y lo sigue siendo, no a los 18 años sino a los 60, a través de la cabal muestra de identidad que implica Darwin, su flamante disco con el grupo que Pappo abandonó cuando disparó tras una Gibson. “Nebbia le ofreció una Gibson negra y un equipo Fender y el tipo piró a Los Gatos... lógico, ¡nadie tenía un equipo así en esos tiempos!”, evoca el guitarrista que trascendió en el under de la historia como bajista. “No sé qué onda, pero en esa época no había bajistas, loco. Yo quería tocar la viola y me daban un bajo”, se ríe. Así fue en Desatormentándonos, el seminal disco debut de Pescado Rabioso (1972) cuando ensambló la base de ese sonido histriónico, bien zarpado en decibeles, junto a Black Amaya, y así fue cada vez que Bocón (Osvaldo de nombre) necesitó trabajar. “Pero yo siempre fui guitarrista, punto.”

–Y Darwin fue la gran revancha. Tardó pero llegó...

–Después de un largo laburo, sí. La banda siempre funcionó con cortocicuitos hasta que en 1998 decidí encarar un proyecto serio. Trabajamos mucho con Eduardo Frezza (ex bajista y cantante de El Reloj), pero después él se fue y quedó el trío que somos hoy: Daniel Molinari en batería, Adrián Domanski en bajo, y yo en guitarra y voz.

Darwin, cuyo dibujo de tapa –una especie de hombre mono encadenado entre las manos– salió del pincel inobjetable de Rocambole, es un fresco vital de rock primitivo con sonido claro y actual. Doce piezas dominadas por poderosos riffs a lo Zeppelin, y una base que le tiende un puente sin peajes a la médula espinal del género, a otra Era. “Yo digo que estamos conservando la especie rock, porque pienso que hoy hay mucha música que pasa por rock and roll y no lo es. Me parece que el auténtico es el que se hizo en nuestra época porque después, en la medida en que se fue integrando al sistema, perdió su esencia. Sí, hay grupos como AC/DC que suenan de la puta madre, pero están arriba, llegaron... el resto no puede pasar las barreras que pone el mercado”, argumenta Bocón, escéptico.

–Si lo que pasa como rock no lo es, ¿cómo lo definiría?

–Derivaciones. No sé, como Cristo que predicó una cosa y sus discípulos terminaron diciendo otra. O la Revolución Cubana. Es cierto que los Doors, Hendrix o Purple incluían elementos musicales distintos en el género, pero no tocaban su esencia... ellos eran parte del verdadero espíritu del rock and roll.

–¿Por qué Darwin?... Es paradójico porque él hablaba de la evolución de las especies, no de la “conservación”...

–¡Ja!, claro. Pasó que justo cuando estaba pensando qué nombre ponerle al disco crucé la calle que lleva su nombre y dije “mirá qué copado para ponerle así al disco”. Además, el científico fue un capo... es como mi homenaje a un genio.

–Y como la concreción de un viejo sueño, porque no sólo compuso todos los temas sino que también los canta y los toca en guitarra cuando, dicho está, siempre que la quería tocar le daban un bajo.

–Y sí. Noel Redding tenía el mismo problema con Hendrix (risas) y al final se terminó yendo por ese motivo. Se enojaban mucho, discutían.

Bocón, el Redding de esta historia, también se terminó yendo de Pescado Rabioso por un motivo similar. Como destellos brillantes de su paso por una de las bandas que marcó a fuego el rock argentino de los setenta quedaron los solos de guitarra en “Me gusta ese tajo” y “Dulce tres nocturno”, dos temas en las antípodas y la base ultrasólida junto a Black Amaya que le dejó el vuelo servido a Spinetta para el resto de los temas: “Serpiente”, “Blues de Cris”, “El monstruo de la laguna” y “El jardinero”. “Yo no estaba muy convencido de entrar como bajista, pero mi amigo Black, que había tocado conmigo en la segunda formación de Engranaje (la que teloneó a la banda inglesa The Foundations en La Rural) me convenció y bueno, me mandé.”

–No fue por pedido de Spinetta, entonces...

–No. Yo al Flaco lo conocía de zapar juntos en la casa de Pappo, y también de la Cueva de Billy Bond, la del sótano de Pueyrredón, porque a la otra no llegué a ir, pero entré a Pescado por Black.

Y se fue por decisión propia, antes de que la banda empezara a grabar el mítico doble e ingresaran David Lebón –en su lugar– y Carlos Cutaia. “Yo no me quería pegar al bajo porque vivía traumatizado y entonces me separé. Decidí hacer la mía con la viola porque, dada la onda que teníamos con Pescado, no daba para quedarse por un interés económico. La lógica es que cualquiera hubiera seguido, pero yo hice ésa porque la viola no se puede olvidar... es como una mujer que no da para traicionar”, compara. El paso posterior de Frascino fue Sacramento, junto a Ciro Fogliatta, Roberto López, Alfredo Toth y Ricardo Jelice, y un disco –el segundo de la banda– que nunca llegó a salir. “Lo grabamos, pero justo nos agarró el quiebre de RCA Victor y ni siquiera pudimos mezclarlo...; el disco quedó inédito y es una pena, porque estaba buenísimo.”

La reaparición de Frascino, luego de un largo naufragio por los mares-bares del rock antro, fue nada menos que el 4 de diciembre de 2009, el día de la spinetteada total en Vélez, como invitado en los solos de guitarra de “Me gusta ese tajo”. “Cuando me enteré de la movida le hablé al Flaco y me dijo: ‘tengo casi todo armado, pero te tiro una buena: tocás los dos solos de ‘Me gusta ese tajo’, porque sé que no tocás más el bajo’. Fue bueno, porque se ve que la gente estaba esperando un rock and roll, y ahí entré yo, bien eléctrico”, se ríe.






Estreno en el programa del disco

SUEÑOS PELIGROSOS

de DANIEL IRIGOYEN

RADIO NACIONAL AM 870 - Febrero 12 de 2 a 5 am

Daniel, que vive actualmente en Alemania, pasó la infancia en Vedia, provincia de Buenos Aires, y cuando tenía 13 años llegó a la Capital Federal, donde conoció y fue haciendo amistad con Alejandro Medina, Tanguito, Carlos Mellino y Litto Nebbia, entre otros adolescentes que luego integrarían la primera camada de músicos del rock argentino.

Así fue que conoció las largas pernoctadas en la pizzería La Perla, en el barrio de Once y las míticas reuniones en el local La Cueva, en avenida Pueyrredón al 1700, donde los inicipientes rockeros se juntaban con músicos de jazz para hacer largas improvisaciones.

Testigo directo del gran éxito que tuvo el grupo fundamental Los Gatos, capitaneado por los rosarinos Litto Nebbia y Ciro Fogliatta, integró como vocalista Los Mentales, una formación con ciertas referencias a aquéllos, en los que actuó Juan Rodríguez, luego baterista de Sui Generis.

Los Mentales grabaron dos discos simples -una canción por cara- y cuando tenían material como para llevar al vinilo su primer disco todas las pruebas quedaron en poder de RCA Víctor, ya que la iniciativa quedó descartada por problemas económicos.

Ya en el final de esta charla, Irigoyen admitió que es difícil la vida en el exilio, aunque siempre mantiene una cercana relación con la música y la literatura, campo éste que define con su otra gran pasión.

"Escribir o componer es una forma de sentirse vivo, enfrentar la adversidad de lo cotidiano y superarlo en cada tonada o pensamiento. Intentar que llegue como lo mejor que tengo para ofrecer hasta el próximo CD o libro", graficó.

El artista lleva grabados dos discos de alcance internacional en Alemania, en los que desde la batería y la percusión ("tocar con las manos mata, porque es piel sobre piel", graficó) aborda temas propios de ritmo afrocubano, básicamente. Buenos Aires.

(por Jorge Pailhé)



TESTIMONIO DESDE LOS ORÍGENES

por Daniel Irigoyen

Yo vivía en el barrio de Almagro, sobre la Avenida Rivadavia, cuando todavía era doble mano y los canas dirigían el tráfico desde las garitas.
Para el lado del Once, a unas tres cuadras vivía Alejandro Medina, con quién cursé el primer año de bachillerato en un colegio mixto de curas franciscanos.
Fué el despuntar de los años de oro, las primeras aventuras del asfalto. Otis Redding, Los Kinks, Dave Clark Five en el show de Ed Sullivan, los pullóveres negros de cuello alto
y las botitas. Nos matábamos escuchando a la fiera James Brown, "It´s A Man´s Man´s World", que nos volvía locos.

Para el otro lado de mi casa, en dirección a Primera Junta, el otro vecino célebre que tenía en la esquina era Carlitos Mellino, que junto con Alejandro (Max y Rodney) ya habían formado el cuarteto The Seasons , que cantaban en un Inglés sanateado una onda medio Beatle, y grabaron después un LP en Microfón palanqueados por Billy Bond y Horacio Malvicino, donde en la foto de tapa aparecían como que eran una banda importada de Liverpool.

Corría el año 1965, y los Magos ya andaban por "Rubber Soul".
El que tenía tele, podía ver en la "Escala Musical", los domingos a medio día en el canal 11, en blanco y negro, a grupos impresionantes que nada tenían que envidiarle a los ingleses.
Como por ejemplo el cuarteto uruguayo Los Shakers, a los también uruguayos Mocker´s, con Polo haciéndose el Mick jagger pero mejor, y a los rosarinos Gatos Salvajes (el primer grupo de la historia que empezó a cantar canciones de rock en castellano) con Ciro y Litto como puntales.

A la vuelta de mi pieza sobre Bartolomé Mitre, vivía Bernardo Baraj, al que veía pasar siempre con una sonrisa y el saxofón a cuestas. Algunas tardes solía encontrármelo en el apartamento de los hermanos Mellino, junto con Ricardito Lew, maestro guitarrista y contador de chistes, y Carlitos Carnaza, con su inseparable Jazz Bass, que después pasaron a ser por un tiempo parte de Alma y Vida. A todo esto, por la radio se seguía escuchando la misma música híbrida de siempre. Aunque las principales bandas inglesas del momento, con Los Beatles a la cabeza, ya venían matando, el gusto musical de los jóvenes porteños de clase media seguía siendo extremadamente chato. Pero la música que hacíamos y consumíamos los marginales era una mezcla compacta de blues urbano y canción romántica, que inconcientemente se estaba transformando en algo propio, y la suerte de lo que vino después ya estaba echada.

Fuimos una especie de desfasaje de clases, porque no encajábamos con los mersas, y menos aún con los insufribles caqueros.
El "caquero" típico venía de buena familia, polulaban por el llamado Barrio Norte y alrededores. Se los podía ver siempre tostados por el sol, paraban en La Biela, castigaban Rolex, y ostentaban poder de clase. De ahí surgieron los primeros prepotentes militantes de derecha admiradores de Juan Manuel de Rosas, los llamados Tacuaras, declarados enemigos de la Poesía, el pelo largo, y como no, también de los marxistas y simpatizantes ortodoxos, judíos, parias y todos los demas posibles "enemigos de la patria".

Una plácida tarde de verano, caminando con Alejandro Medina por Rivadavia, fuimos abordados sorpresivamente por dos tipos de aspecto militaroide y semi- rapados que salieron de pronto de la boca del subte "Loria", armados con palos encintados de celeste y blanco y decididos a reventarnos mientras vociferaban frases demagógicas sobre el futuro del país y la"lacra" de hijos de puta que nosotros veníamos a representar en ese momento. Nadie se metió a defendernos.

Fue tan grande el cagaso, que corrimos sin dirección más de cien metros con los pelos de punta como dos alucinados, hasta que al fin desaparecieron entre el tumulto.
Nos faltaba el aire y la razón para entender.

Al igual que el "mersa", veníamos del proletariado o de la llamada clase media baja (hablo por mí y algunos otros porque no todos, los "cirqueros" tenían el mismo origen).
No nos copaba ir a los bailes de los sábados por la noche, salvo cuando tocaban Los Shakers en Huracán, y menos ir a gritar con la masa los domingos a la cancha.
No nos importaba la política ni la problemática de la supervivencia, y preferíamos andar solos rumiando algún sueño que estar mal acompañados.

La cosa es que dentro de esta maraña blanca y negra de personajes, hubo muchas excepciones atípicas e inolvidables, que me iluminaron a medida que avanzaba en mi loca carrera por las calles de Buenos Aires. Entonces es cuando se empezó a mezclar todo, pero de otra forma. Los profanos intelectuales del Bar Moderno de la calle Maipú con los bohemios, pintores, poetas, jugadores de ajedrez y el farsante disfrazado de actor. Y el snob de la Galería del Este y el Instituto DiTella, con seudo estudiante de filosofía, abogados de izquierda, periodistas de revistas famosas, artistas plásticos, y las infaltables fotomodelos.

Y de pronto una noche en El Moderno antes de que cerraran, todo el mundo estaba invitado a una fiesta y así nos transformábamos en una perfecta comunidad de camellos, elefantes, arañas, centauros, cocodrilos, faisanes, ratones y algún que otro Jaguar infiltrado. Todos juntos tambaleantes de rito interminable.

Algunos frecuentábamos los mismos lugares, las mismas calles, las mismas sombras, los mismos bares, los mismos libros, los mismos cines cuando se podía, los mismos discos, las mismas minas, las mismas palabras, los mismos ideales; mientras las ojeras del miedo ya empezaban a delatarnos paranoicos al ver un patrullero...

Y así llegamos a la famosa Cueva de Pueyrredón, a la que nunca me dejaron entrar por falta de documentos, porque en realidad todavía era menor de edad y me quedaba afuera escuchando y espiando por entre las rejillas. La cana caía casi todas las noches a pedir documentos, así que yo ya sabía que ese no era mi lugar. Una noche vinieron unos tipos y la quemaron a propósito para después cerrarla.

Pero todavía nos quedaba el mejor hogar clandestino que tuvimos, porqué extrañamente la cana no caía casi nunca. Se trataba de una enorme y vieja pizzería del Once que estaba en la esquina de Rivadavia y Pueyrredón. En este mitológico boliche, donde también iban, estudiantes de la facultad, se empezó a cocinar una parte muy importante de lo que después se llamó ROCK NACIONAL. Y aunque todo ya está archidocumentado en ciertos libros y algunas revistas especializadas, mi historia personal con los "heroes locales" nunca ha sido publicada.





TANGUITO – ALMA ENCANTADA, SOLEDAD SONORA



por Daniel Irigoyen, el Viernes, 28 de enero de 2011 en Facebook:

Se escuchan murmullos sobre el mártir Tango, sobre todo de gente que no ha compartido experiencias luminosas o degradantes con él, que no haya sido a través de los cómplices que lo conocieron a su manera, o los que lo hicieron como turistas desde la vereda de enfrente, llegados de familias acomodadas, atraídos tal vez por la inquietante locura profunda de los andróginos que pateábamos la calle pasados de anfetaminas, o por lo que se fueron inventando a sí mismos para fortalecer el mito de Tango Feroz, que lo vale a hierro como un sentimiento antiautoritario que nos une a unos cuantos de los que seguimos creyendo en el milagro de seguir vivos, pero no por ese engendro de película con la que astutamente trataron de representarlo y lo que periodistas aventajados siguen publicando como revisionistas de una historia inacabable, de la que siguen extrayendo hipótesis y conjeturas sensacionalistas basadas en teorías morales desclasificadoras, sobre un "cabecita" que se planchaba el pelo para ser aceptado.

Anécdota más, anécdota menos, estoy a favor de la literatura que investiga desde la verdad y que golpéa en la panza. Pero en nuestras sociedades de mercado, los libros con profundidad alegórica verbalmente brillantes no se publican, haciendo que las verdades y las dudas se confundan en un abrazo que tiene más que ver con el negocio especulativo de manufacturadores de bestsellers, que con un tratado ético-estético-cultural-místico-socio-político que marcó a fuego toda una época.

En todo caso se siente el amor infundado al personaje. Aunque muchos lo hayan idealizado sin tener mucho en cuenta los verdaderos significados existenciales de su paso por la vida, y no les importa demasiado, ya que un mito no necesita explicaciones.

Es humano que los que vivimos en ciudades, mitifiquemos a un muerto levantando su alma noble desde un mundo donde mayoritariamente impera la estupidez de los poderosos, fundamentalmente desde la publicidad, que es el verdadero poder político, unitario, colosal, que controla las conciencias, esa contradictoria hipocresía del sistema donde nadie se salva de caer en la mentira, aunque todos querramos aparecer siempre como buenas personas. Un tema álgido en el que hablar con el verdadero nombre de las cosas, nunca fue algo llevadero desde aquellos ´60s hasta el presente, por lo que nos fuimos a costumbrando de a poquito en cuerpo y mente a aceptar la injusticia con la naturalidad de quién se sienta en el retrete a hacer lo suyo. Una intimidad que nos une a todos por lo que somos y que por suerte también contribuye para que sigamos leyendo algún libro interesante.

Por ahí siento que entre los que idolatran a Tango, hay gente sensible que podrá intuír tal vez el infierno de los otros, pero aunque se lo imaginen, no llegan a entender el caos laberíntico que la mente de un marginado puede experimentar a través de la perdición y la miseria, viviendo a full su propia muerte anunciada e irreversible, por pérdida de conciencia, amnesia, daños renales, su pleura, problemas hepáticos y musculares por rotura o lesión del tejido cerebral, causado por sustancias psicoactivas que Tango se fue metiendo de a poco de los cómplices que se la pasaban, al mismo tiempo en que tenía que confrontarse a quemarropa a una sociedad racista y puritana de porteños atragantados con su propia vanidad, los mismos que cumpliendo con el deber sagrado a las instituciones, le dieron electroshocks en el Borda, terminando con lo último que le quedaba de integridad si es que le quedaba algún vestigio antes de caer a las vías de Puente Pacífico, pero garantizándole el ticket de ida que lo liberó definitivamente del infierno en el que estaba metido.

El que no ha nacido en una casa pobre de ladrillo y cartón, ni ha tenido experiencias fuertes con drogas teniendo que vivir al márgen del infierno más temido, o ha tendo que renacer de las cenizas en lo que le ha quedado de cuerpo, difícil que pueda ser objetivo a la hora de atar cabos con la vida, obra y muerte de Tanguito. Además hay que tener en cuenta que aunque nos consideremos ésto o aquello y creamos que obtendremos las respuestas que nos produjo lo que hemos recibido de la vida, es imposible entenderlo todo como un profesor. Podemos tener una visión romántica y aproximada de lo que él fue como músico y como persona, una fotito pero nada más. La historia nos enseña que las cosas son fugaces y frágiles y que hay que estar muy atentos para poder mantenerlas. Por eso con el correr de los años, Tango se fue transformando en muchos Tanguitos.

El que no ha tenido una experiencia de relación cuerpo a cuerpo o cuerpo a mente con el speed de la bencedrina, ansiolíticos, benzodiacepinas y barbitúricos en fantástico cóctel tercer mundo y no sabe del síndrome de abstinencia que puede sufrir un tipo que fue perdiendo poco a poco todo, incluyendo su personalidad, que se compensa con nitritos (poppers) o òxido nitroso, o lo que venga con tal de no usar la razón en función del tiempo lineál, no puede imaginarse una crueldad semejante en una mente extraviada. Además dentro de los fármacos hubo variantes de opiaceos que complicaron aún más su comportamiento irracional y suicida, que al contrario de los speedicos, te va destrozando metódicamente las neuronas que ya no volverán a reproducirse nunca más y con ello el sentimiento innato de escoger o decidir. No creo que Tango haya tenido acceso a la coca, que es la droga del demonio, porque te hace creer falsamente que eres omnipotente, pero que en realidad te vuelve esclavo, tal vez sí a la sal de anfeta que se habrá picado antes de entrar al Borda, pero a la coca que te aligeraba el cuerpo y el espíritu y te hacía creer el gran centauro, sólo tenían acceso los caqueros del barrio norte y los mafiosos criminales de seguridad personal (algunos de los cuales pasaron después a formar la Triple A).

Por ser una droga de ricos, Tango zafó de la blanca, aunque algún trip LSD se debe haber zampado durante los años luminosos ´67 y´68, la paranoia psicotrópica como le decíamos, con el que se podía tener un buen o mal viaje, y cuyos efectos siempre eran impredecibles. Dependía de la cantidad ingerida; la personalidad, el estado de ánimo y las expectativas del que se tripeaba; y naturalmente el medio ambiente en el que se estaba .. Nunca me tripié con Tango, asi que desconozco sus experiencias con la droga de los verdaderos voladores. Lo que lo distinguía de la yerba era de que las sensaciones y los sentimientos cambiaban mucho más drásticamente que los signos físicos. Sintiendo distintas emociones a la vez o pasando rápido de una emoción a otra, con una situación de misterio y a la vez de extrema confianza con la propia alma.

Creo, que por respeto a su alma, habría que dejar ya de especular sobre su triste muerte. Creo que su alma se merece algo mucho más noble. Para mí se lo debería recordar fundamentalmente por haber estado SIEMPRE en contra de CUALQUIER AUTORIDAD y por inconformista, más allá de que se haya equivocado en la elección de saber quienes eran verdaderamente sus amigos.

Ahora el mismo sistema que lo patió y reprimió por paria, habla de él en nombre de la LIBERTAD.

Fenómeno dualista del ser humano que se falséa tal vez por temor a perder figuración en nombre de las viejas verdades y certezas del corazón (las universales).

Se habla en nombre de la verdad y por la verdad, aunque no todos luchemos JUNTOS por la solidaridad y la justicia, ya que cada uno anda con su kiosquito moral a cuestas, pero por lo menos lo intentamos y eso es lo que cuenta, aunque casi siempre, por aquello de que nadie escucha a nadie, casi siempre terminemos hablando boludeces.

Aunque este facebook nos haga creer que tenemos la posta de la felicidad por este increíble intercambio de contactos o de amistad virtual a la velocidad de un parpadeo y en donde la comunicación-información es cada vez más compleja y arbitraria, seguimos viviendo en un estado de sistema hipócrita que niega la sinceridad y obliga a la máscara.

La propaganda del miedo sigue ahí afuera, en la calle, tal vez en el mismo empedrado que alguna vez pateamos juntos con Tanguito.

© www.danielirigoyen.com



4 de febrero de 2011

"APASIONADOS POR EL ROCK"



espectaculos

PÁGINA 12 - Viernes, 4 de febrero de 2011

LITERATURA › ENTREVISTA A MIGUEL GRINBERG Y HOBY DE FINO

Pasión más allá de

épocas

En lugar de hacer “el mismo libro rockero de siempre”, el periodista y el conductor radial decidieron hacer uno basado en historias personales, con un resultado subjetivo y vital. Así surgió Apasionados por el rock, que acaba de publicar Atlántida.

Por Cristian Vitale


“Acá hay un espíritu creativo que va más allá de la música”, dicen Grinberg y De Fino.
Imagen: Pablo Piovano.

Uno es de la Generación Cero del rock. El otro, edad mediante, de algunas más para acá. “Y coincidimos en el amor por Seru Giran, un grupo que nos cruzó fuerte a los dos”, dicen a la vez. Miguel Grinberg y Hoby De Fino hicieron confluir generaciones, gustos y miradas en Apasionados por el rock (Atlántida), un libro de género, subjetivo y vital que, lejos de historiar sobre lo ya redundantemente historiado, se juega en vivencias personales. Uno, desde una experiencia que lo pasea por infinidad de diarios, revistas, radios y libros (ecológicos, espirituosos, rockeros), y el otro con base firme en el micromundo radial. “Hubo que buscarle la vuelta, porque no queríamos que fuera el mismo libro de rock de siempre... ya hay como dos docenas”, lanza Grinberg, algo así como el primer biógrafo del movimiento que nació allá lejos en el tiempo.

–Un libro apasionado, no correcto, como dice el prefacio.

Hoby De Fino: –Porque son opiniones. El libro está hecho desde el sentimiento, desde la vivencia. No es una cronología.

Miguel Grinberg: –Y no es un libro unánime, porque nosotros pertenecemos a dos generaciones distintas. Lo que tenemos en común, sí, es la pasión rockera y el oficio de radio, pero cada uno tiene su galería personal y contó la historia desde ahí.

Ludovica Squirru, la astróloga, fue el link entre ambos. Los presentó en un asado y luego Hoby invitó a Grinberg a hacer microprogramas sobre ecología en Que se vayan todos, el programa que tenía en Rock & Pop. “Quedó un vínculo de buena onda. Los rockeros somos como una tribu, funcionamos como parte de un todo que siempre liga”, cuenta Grinberg. Fue Squirru, también, la que propuso la idea final en la editorial –por la que edita sus libros– y, contrato previo mediante, ambos se pusieron a perfilar los ejes principales del trabajo. El libro empieza en los orígenes del rock argentino, del que Grinberg, claro, fue cronista presencial, y sigue por el “largo día del rock”, imbuido de fotos poco vistas, relatos poco oídos, una charla entre ambos, entrevistas históricas a Spinetta, Cerati y Charly García, y actuales en el caso de Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu Machu, y Skay Beilinson. “Caímos en Skay porque otros se nos hacían difíciles. Teníamos en bandeja a Cerati y, bueno, se pinchó. La idea era que nada en el libro fuera nostálgico y retrospectivo. No queríamos caer en lo que pasó con los tangueros con los que, cuando terminó la época de oro, empezó el racconto con la misma historia contada de distintas maneras, algo a lo que le escapamos olímpicamente”, insiste Grinberg.

–Usted ya escribió todo en Cómo vino la mano...

M. G.: –Claro. Esto fue como volver a hablar de lo mismo, pero desde otro lugar. Por ejemplo, sobre lo que hay de tanguero dentro del rock argentino. Hay músicos que realmente son ciento por ciento tangueros, y yo, sin embargo, nunca había publicado un artículo específico sobre el elemento tanguero en el rock. Fue lo que hice en este libro, algo necesario en función de lo que todavía impera en algunos núcleos duros, que resisten a aceptar al rock como parte de la cultura nacional. El rock no es una hibridez que trajeron los norteamericanos: tiene su personalidad propia en cada parte del mundo. En fin, la música popular no la realizan los músicos, la realiza el pueblo.

H. D.: –Giros, de Fito Páez, es un disco de tango.

M. G.: –Y es tanguero Nebbia, y lo es Moris... Nadie está exento. Es una pasión.

–Por su contenido vivencial, hay partes del trabajo que sorprenden. Por ejemplo, cuando habla de la “perniciosa secta pseudo hippie” que paraba en La Cueva de Pueyrredón, a fines de los ’60.

M. G.: –Es que la realidad me ha permitido ver la aparición de algunos posicionamientos que en principio respondían a iniciativas genuinas, pero que después tanto la moda como la frivolidad convirtieron en pantanos culturales. Es algo que ha pasado con el ecologismo, con la new age, con la espiritualidad: de pronto se estandarizan algunos conceptos, se apodera de ellos la publicidad, que fomenta pavadas epidérmicas más relacionadas con la venta de gaseosas, cervezas, vestimentas o estadios llenos... Pasa hoy con la juventud como estereotipo, como masa de consumidores en función de intereses completamente ajenos al rock y a la cultura. Ese espíritu sectario es el que entorpece la investigación interior, la búsqueda, la invención. Hoy veo al rock argentino en una meseta, tratando de encontrar su camino que en cualquier momento va a aparecer. Hay jóvenes abriendo camino, pero aún en estado embrionario.

H. D.: –Pablo Dacal, Banda de Turistas, Maxi Trusso, Bicicletas, El Mató a un Policía Motorizado, Los Natas... Igual, para mí es muy importante la poesía dentro del rock, y ahí es donde noto la diferencia entre los ’70 y hoy. Hace falta algo más poético.

–Está la anécdota de “Errol Flynn”, el tema de Moris (“la menor llena de ardor que lo mató haciendo el amor”) que cantaba Tanguito y provocaba la ira de las madres en los clubes de barrio. Tal vez falte algo que moleste así, en otro contexto...

M. G.: –Hay un déficit poético, pero también gente como Gabo Ferro o Juan Ravioli. No podemos decir de ellos que sean rockeros sine qua non, pero he notado que, al mismo tiempo que están buscando refinar y lograr una expresión poética de altura, aunque no necesariamente contracultural, están buscando una poesía que transmita el difícil arte joven en la Argentina. El tema de fondo es éste: hay un espíritu creativo, renovador, que va más allá de la música, porque hoy tocar la guitarra y tener el pelo a la altura del codo no te asegura nada. No define, y sirve también para vender desodorantes o cerveza. Creo que acá se está incubando el paso siguiente.

–¿Por qué pregunta si Tanguito vio algo inoportuno cuando habla de su muerte?

M. G.: –Bueno, contemporáneamente a su muerte hubo otra que estuvo apenas consignada en un disco de La Pesada del Rock, que remite al Negro Julio. Un personaje del montón, de los acompañantes del rock, y digo que vio algo inconveniente porque Julio también seguramente lo vio. Se ganaba la vida vendiendo helados y un día apareció muerto a tiros en Palermo. Sospecho, no tengo pruebas, pero como la droga ya circulaba en esa época, da para preguntarse qué pasó. ¿Acaso se quedó con un vuelto? ¿Le vio la cara a un tipo que no tenía que ver? Ahora, si de algo estoy seguro es de que la muerte de Tanguito no se parece a Tango feroz.

–Lo del censor de Radio Municipal que confunde el sonido de los pájaros en un tema de Pink Floyd con un mensaje cifrado para “extremistas de izquierda” es de antología...

M. G.: –Era un asesor político, un censor, porque leía todos los libretos que se grababan, escuchaba lo que se transmitía y procedía a la caza de insurgentes. Si hubo grupos ultraclericales que decían que los temas de Los Beatles pasados de atrás para adelante eran mensajes del demonio, bueno... se podía esperar cualquier cosa. Nunca está de más arrojar luz sobre ese pasado.